Abandoné Benarés despidiéndome de los saddhus con quienes había pernoctado en un ghat, esas escaleras cuyos escalones se hunden directamente en el Ganges. Ellos mismos me recomendaron subirme al último vagón del tren nocturno a Satna, que al ser el que utilizan tanto los mismos saddhus como aquellos a quienes no les queda otra que ahorrarse unas rupias -algo más que frecuente en India-, se llena tanto que no puede pasar el revisor. En definitiva, que “no hace falta billete”. A cambio, sacrificas todo tipo de comodidad, pues ni siquiera vas sentado. Al amanecer del día siguiente llegué a Satna, desde donde hice autostop a Khajuraho para visitar «los templos del Kamasutra».

Uno de los veinte templos que siguen en pie.

Todos los templos están cubiertos de figuras como éstas.

Khajuraho fue capital cultural, que no política, de un reinado que los rajputs – esa sucesión de terratenientes y dirigentes del noroeste de India y Pakistán- establecieron al instalarse en el actual estado indio de Madhya Pradesh. El hecho de que no fuera usada como residencia de estos dirigentes explica que la ciudad no se encontrase amurallada ni aparezcan restos de ningún castillo o fortaleza. Son los ochenta templos esparcidos por su superficie los que definían el epicentro y sobre todo el carácter de esta ciudad.


Detalles de las paredes exteriores.


Detalles de las paredes exteriores.

Sin embargo, lo que ha hecho conocido a este lugar fuera de los libros de historia no es la belleza de su entorno, ni las evidencias históricas que atestiguan la grandeza del reinado de los chandelas (como posteriormente decidieron llamarse los rajputs), ni tampoco la superioridad y fineza artística de las estatuas para los estándares de la época, sino el que entre las tantas figuras que envuelven el exterior de los templos aparezcan escenas de sexo explícito. Por eso, los templos de Khajuraho son frecuentemente conocidos como los templos tántricos o los templos del Kamasutra.


Esculturas eróticas.


Bonito balcón para ver atardecer.

Para la desilusión de quien decida visitar este Patrimonio de la Humanidad, cabe decir que apenas un diez por ciento de estos relieves muestran escenas sexuales, siendo el resto representaciones de la vida cotidiana en aquella época. El que no se hayan encontrado textos que aclaren fidedignamente el significado de los relieves sexuales ha llevado a los expertos a discrepar en la explicación a este fenómeno.


Interior de uno de los templos.


Pasillo de entrada desde el que veía llover.

Una de las teorías más básicas apunta a que antes de entrar en los templos, uno debe “dejar fuera” todo tipo de instinto humano, y esto incluye, evidentemente, los impulsos y deseos sexuales. Así metafóricamente se representa fuera del área sacra todo lo que no tiene cabida en ella. Otra teoría afirmaría que las escenas representadas, al estar esculpidas en el exterior de los templos, ilustrarían todo lo que las deidades han conseguido superar: sentimientos dolorosos, impulsos, instintos y todo este batiburrillo de pulsiones que conlleva nacer en un cuerpo humano. Otros entendidos defienden que las escenas no tienen otro fin que el educativo, principalmente para los pubertosos. También hay quien sostiene que simplemente se han representado escenas de la vida cotidiana, donde tiene obviamente lugar el sexo, y que no ha de buscársele más explicación. Lo cierto es que en todos los templos se repite tanto el patrón de figuras humanas en sus quehaceres rutinarios como alusiones a los cambios que se suceden en la vida. Así es fácil ver personas limpiando o arando, niños jugando, ceremonias de matrimonio, fiestas con músicos y bailes, funerales y partos.

Si hay algo que nunca olvidaré de mi visita a Khajuraho es la enorme tormenta que el cielo me regaló. Visitar el subcontinente indio en verano, durante la época de monzones, me ha regalado espectáculos únicos como el que presencié en la jungla de Chitwan, o a las vacas caminar con el cuello fuera por las inundadas callejuelas de Varanasi. Ese día llovía tanto que me refugié en uno de los templos creyendo que estaba solo. A pesar de la oscuridad, noté que algo se movía en el interior y acabé descubriendo que compartía templo con un mono. A esas alturas de mi viaje por India, ya sabía que en este país suelen encontrarse dos tipos de esta especie: unos marrones, pequeños y muy ágiles que suelen enervarse fácilmente y hasta morder, y unos algo más grandes y de piel grisácea bastante más temerosos. El que estaba allí era de los segundos. Me sorprendió que no saliese, y al entrar yo al templo, se escondía en la parte diametralmente opuesta. Si andaba a un lado, el lo hacía hacia el contrario, ocultándose en las columnas centrales. Tuve que irme al interior del todo para que saltando de estatua en estatua saliese corriendo al exterior. No es que sea una historia del otro mundo ésta, pero en otros países no ocurren.


¡Relieves mires donde mires!


¡Ni un espacio sin pulir!

Si bien varios de los templos continúan siendo lugar de culto, la gran mayoría están vacíos por dentro, no quedando más que grabados y relieves en la pared. El habitáculo interior alberga en su centro una suerte de habitación llamada mandapa flanqueada normalmente por varias estatuas o columnas. En él se alza la figura de la deidad correspondiente, y a sus pies se emplaza los “poojis”, en los que los fieles realizan las «poojas» (ofrendas). Las estatuas principales han sido trasladadas al museo aledaño al complejo, de construcción obligatoria por el Archeological Survey of India para que la Unesco declarase Khajuraho como Patrimonio de la Humanidad. El que todo el complejo esté en tan exquisito estado de conservación se debe a la distancia a la que se hallaba de las extensiones del Imperio Mogol, quienes al conquistar India destruyeron buena parte de los templos hindúes que encontraban.


Graffiti centenario al estilo de Khajuraho.


Calle principal del Khajuraho actual.

Sea como sea, los famosos templos del Kamasutra no son tal, o dicho con otras palabras, no tienen nada que ver con el famoso libro. Primeramente, por la abismal diferencia entre el contenido de la obra y lo que se puede ver en los templos. Tristemente, lo que ha trascendido hoy en día acerca de este libro del siglo II es aquel episodio relativo a posturas sexuales, obviando la parte fundamental y de mayor volumen: la que presenta una guía detallada y pormenorizada sobre el comportamiento y la psique humana, y explicaciones sobre cómo alcanzar una vida virtuosa.

El morbo y pomposidad de su nombre hace que Khajuraho sea incluido cada vez más frecuentemente en los packs y circuitos turísticos, y como suele ocurrir en otros lares, poco han tardado algunos habitantes de esta ciudad en sacar tajada del asunto. Así, un “profesor” en su “escuela” de la calle principal aprovecha para explicar a los turistas las escasas subvenciones que reciben en el centro, pidiendo posteriormente una ayuda que por supuesto revierte en su bolsillo y no en los estudiantes. Otros intentan cobrar una entrada que no existe por acceder a algunos templos (los del complejo Oeste) y aún otros triplican el precio de los traslados en tuk-tuk, imponiendo mafias que roban la clientela de quienes siempre habían tenido tal oficio.  Como el sexo, con o sin Kama Sutra, así de real es el día a día en Khajuraho.